lunes, 23 de febrero de 2015

Pas de deux I. Primer movimiento blanco.


Bengala, como una bocanada de aliento en medio de la nada aire, ella arriba, elevada, y tus manos como dos lunas en órbita de su cintura de mármol, que susurra mandatos sobre sus suspiradas piernas de vidrio, cielo, tocar techos y después atravesarlos, las luces, atravesar las luces y las estrellas, que os miran (perdidas en un inmenso negro que rompéis, perdidas porque ya no tienen sentido). Garza elegante, separada de sus puntillas en este sueño, volando alto, sonrisa universal discreta, la existencia fatua de un parpadeo, la escalera divina de su espalda arqueada, como cantando a las nubes que observan detrás, calladas, en constante admiración, fascinante.

Sonarán las doce de un segundo y entonces, Cenicienta en extraño atavío, tocarás suelo de nuevo; pero hasta entonces serás, para siempre, reina y señora del cielo.



(Otro día describiré al bailarín)