domingo, 5 de junio de 2016

Impresiones después de la exposición Making Africa

He descubierto que África es una total desconocida para mí. 
Con esta exposición, he sentido un continente de una energía apabullante que se desborda, una energía artística que necesita una salida que la vía clásica, oxidada, no le proporciona. La vida y el futuro, la creación, parecen surgir de los neumáticos y las ruedas de bicicleta porque no tienen ningún otro sitio por el que fluir, porque su revolución es algo personalísimo y enorme que los viejos nuevos cánones del norte no recogen, y la muerte les está proporcionando un ansia de vida más allá del mercado que es contemporánea y es innovadora, y creo que no llegamos a comprender. Su lucha de colores brillantes logra superar nuestros vacíos filosóficos, acepta sus tétricos contextos así como la desolación que es en parte su origen y presente, cosa que nosotros no logramos hacer. Es algo elegante a su manera, diferente, aunque me quedo con la frase de que "lo que se está moviendo en África no se puede clasificar en las etiquetas occidentales". África es única en su diversidad y clara en su caos. África avanza, y África no va a parar.




http://www.cccb.org/es/exposiciones/ficha/making-africa/213052
http://makingafrica.net



viernes, 3 de junio de 2016

Postguirnaldes.

Som puntets de colors fets esquitxant pintura amb un raspall de dents sobre un fons gris. Som estrelles, onades que pugen i baixen, i ploren, la taula, les copes, anelles de sentiments com un túnel d'aigua que ens mulla per dins. Les guirnaldes vermelles son inesperades i es reflexen a les còrnees grans i àmplies que es miren i estiven del somriure, ens busquem per les mans i ens abracem en silenci, i no sabem quan deixar anar una persona per buscar-ne una altra, quan caure en els braços inesperats a la dreta. Sentir el teu nom, girar la cara. Els pòmuls brillants. 

Potser el que ens toca és marejar-nos, caure com Alícia i no tenir clar el nostre camí a la vida. Potser fingir sentiments fins a creure'ns que són reals els fa reals. Potser tot depèn del que tu vulguis, però crec que aquesta nit no és un final, i crec que aquesta nit, jo he sentit.

miércoles, 11 de mayo de 2016

Desde fuera parece un caos. Autorretrato.

El sol de mayo la perseguía por la avenida litoral. Corrían los dos. En aquel momento no habría sabido qué decir. Escuchaba música con ganas de sentirse dentro de un videoclip: su vida tenía que ser una película, si no habría fracasado. Eso era una frase suya. Pensó que el mar quedaba más lejos de lo que recordaba. Llevaba una mochila azul que habían firmado sus compañeros de escena en Múnich. Corría. La mochila rebotaba en su espalda y buscaba sus omóplatos. Se habría deshecho de todo su cuerpo menos de sus omóplatos, pensó, es decir, le gustaban sus omóplatos. El resto no. El resto se podía haber desvanecido en aquella avenida bajo aquel sol. Haber sido sol habría sido más fácil que jugar con él. Ha quedado hasta poético.

Derrapó en la playa y recordó los cometas. Tiene gracia. En catalán cometa es "estel", como "estrella". Había visto una película al respecto. Bueno, quizás no tenía nada que ver, pero quién marca cómo se interpretan esas cosas. No sé, en aquel momento no corría. Había pasado a notar la arena. La arena era algo mágico, algo sobrenatural escurriéndose entre los dedos de sus pies. Pensó que era una promesa de algo que nunca vio. La arena era la metonimia definitiva. Arena, arena. Se le habían llenado los zapatos de promesas. Sonreía, porque le resultaba curioso eso de que pesara y le fuera difícil caminar. Se rindió en silencio musical, porque seguía escuchando música. Se sentó. El mar en Barcelona era como un lago. Se acordó otra vez de Alemania. Qué chorrada, no estaba pensando en esas cosas. Venga, di que estaba pensando en él. Él, él, él! Cómo le gustaba repetir las palabras, como si las invocara. Él! Una sílaba casi desmayada. Oh, qué drama. Qué gran, gran, desmayo, enorme drama. Eso era lo que hacía. Huía de la mezcla de drama y poesía que la conformaba aquella tarde, y le asustaba huir, y no se daba cuenta de que esas cosas no se van nunca. Pero querría haberlo oído. Miraba hacia los bares de neón, esos lounges. Se acordó de sus fiesta de dieciocho años en uno de esos. Se dio cuenta de que ya había cumplido los dieciocho y nunca había entrado en uno de esos. Se percató del motivo.

Al inspirar, quiso uno de esos momentos en los que el reloj habría hecho mejor en ir al revés. Pensó en los relojes. De arena. Inevitable. Arena, desmayo. Momo. Había leído Momo hacía mucho. Cuando no se preocupaba, o por lo menos de cuando había olvidado las preocupaciones de aquel entonces. Eran tiempos pretenciosos que habían quedado enterrados en toda una adolescencia de moral. Nietzsche habría estado orgulloso de su lucha. Ocaso. Acaso. Qué gracia. Todo lo que había idealizado, y se había dejado el narcisismo. Empezaba una etapa, se había prometido idealizarse. Sabía dios si lo cumpliría. Bueno, dios no, porque dios ha muerto. Si dios ha muerto, dios vivió? lo ves, la filosofía también vuelve siempre. Boomerang, como la marca deportiva. Tienes el cerebro más aleatorio de la provincia. Ese foco mira hacia Sebastopol. Qué ambiciones más desmayadas, las de la escuela de técnicos. Creo que le gastaste el nombre, al pobre sitio. Un sitio no puede ser pobre. Sobre todo. Sí que puede ser pobre. Da igual, a esto no hemos venido a la playa. Hemos venido a grabar otra vez. Sabía que no iba a funcionar.


Por lo menos hemos pillado un día soleado.

domingo, 27 de marzo de 2016

AMO EL TEATRO MALDITA SEA.

(Esto es la reacción de una actriz o cualquier persona de teatro al acabar la primera función de una obra. Escrito hace unos meses. Feliz día internacional del teatro. Id al teatro).





El teatro. El teatro es un chute. 

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Quizás nunca has actuado. En tu vida. Ni siquiera en una de esas tristes obras que hacen los niños cuando van a infantil. Quizás ni siquiera has ido nunca al teatro. Sea como sea, te estoy hablando a ti, eh, mírame. Sin creación, los humanos solo son humanos. ¿Entiendes eso? Sin arte, tu solo eres un pusilánime, un ser, una pieza en la cadena de montaje. No me pongas excusas, ya sé que las tienes. Pero no, querido, no es la falta de dinero lo que te hace dejar de ir al teatro, por ejemplo. Simplemente es la monotonía zumbeante de tu vida plana, que se limita a transcurrir, sin hacer ruido ni grandes cosas, sin riesgos ni pasiones que te puedan desmoronar. Tú, lectora. Si estás en esa situación, me alegrará decirte que, chavala, ya estás en el suelo. Ya no te vas a caer más. Te lo juro. Levántate, venga, fuerte. Ve al teatro de la esquina y ten los ovarios de meterte a ver una función. Impone, da miedo, es un acto de rebeldía contra ti misma, me da igual. Hazlo. Cuando salgas, dime que no te ha impresionado. Dime que eres la misma. Mírame a los ojos y dime, vocalizando, que el teatro no merece atención. 
Y luego, recuerda que todo el mundo actúa. Los que no lo hacen abiertamente, lo hacen mucho mejor. 

martes, 23 de febrero de 2016

Hortensia I

La tarde es grave y este invernadero me habla en voz baja de la lluvia. La lluvia fría es esa que retumba contra sus párpados de vidrio. Lluvia.

Las hojas amplias y suaves se abren como los secretos desenmascarados en los labios, como páginas desnudas. Se buscan en las puntas oscuras mientras, avergonzadas, se rozan por la espalda y se curvan, buscando otro punto de apoyo. Se aman esquivas, lloran y se distraen, se rizan cansadas. Se ensalzan, se enlazan al ritmo lento de las caricias largas deslizándose sobre su superficie, al de los besos que dejan caer.

Caen, y duermen mientras laten despacio, impulsadas a ciegas por caminos escondidos y frescos: escaleras al perfume de las gotas de agua sacando luz a las nubes. Sustento de las metáforas que acaricia, las roza, las muerde levemente. Sueñan como las cuerdas de los violines cuando nadie las toca y son etéreas en sueños, y cuando la noche presume sobre ellas porque las quiere afinadas sonríen dormidas, en el umbral verde y tenue de su alcoba, donde huele a poesía, donde se paran las estrellas rotas.

Donde más les duelen las rosas de madrugada. Rosas extrañas reflejadas en sus flores. Flores hechas de pétalos en papel de acuarela, sacándole colores desnudos al blanco sin esfuerzo, sin molestarse en brillar, abrazadas, con esos corazones pálidos, solo un broche discreto. Ser por lo demás agua sobre el rostro. Los corazones y las flores que se crean entre ellas. Las coronas redondas como lunas de madrugada, manchadas por estelas en su cielo azul y rosa.


Las hortensias no deberían encerrarse en los cristales, no, no deforman el cielo. Puede ser que encontrarla sea un grito ahogado para huir, para no dejarse coser a la tierra húmeda, al aire pesado, para sacarla contigo.




jueves, 7 de enero de 2016

La Flauta Mágica

Veo tus ojos abiertos, respirando. Veo las nubes en el fondo del cielo que te cristaliza dentro de tu abrigo negro, te hace temblar levemente: se nota en las puntas de tus botas, balanceándose. Tu mirada enorme se fija en el vaho que exhalas. Parece en estos casos que usas la cúpula blanca como pista de patinaje, que te deslizas sobre ella con esa parsimonia y elegancia que solo los abrigos negros permiten, y vas cortando estrellas en el hielo con cada vuelta. Diciembre es tuyo y tú eres diciembre. Caminas.

Noche. Desde la esquina de la habitación, noto como el frío me rompe las palabras, pero tú sólo cortas el hielo, la besas y das otra vuelta. Suena la Flauta Mágica. Coges una copa, y tus labios sonríen pegados a ella. Ella te coge de la mano. Tu sombra violácea se posa en esos dedos atrevidos. Un mechón de su pelo negro cae del recogido ensortijado que tú admirabas, y ahora lo admiras aún más. Te quedas quieto en medio de todo, sosteniendo la mano de la reina de la noche. Notas sus pestañas alargándose, el equilibrio que guarda su mirada azul. El instante eterno y agudo os consume entonces a ambos, y con las emociones como cuchillos y la respiración de puntillas, os adoráis en los dedos y las bocas infinitas, cuevas de casiopeas y prisiones de voz. Noche.