viernes, 24 de abril de 2015

Del veintitrés de abril en Barcelona.


Salir de la boca del cercanías. Sol. Gente riendo, riéndose, árboles-cúpula cubriendo Plaça Catalunya. Inspirar y recoger todas las rosas del mundo: desplegables rojos en las esquinas. Espinas: cortes dulces en las manos. Ese calor omnipresente, la luz invisible. Los reflejos y las auras que difuminan las bocacalles. Empujones en las Ramblas mientras te dejas morder por los puestos aleatorios, y los libros escapando, torcidos, de los montones. Empujones de no se sabe quién, corrientes de palabras en océanos inmensos, olas que son gente, y aroma costero a ginesta, o a páginas subrayadas de bibliotecas en venta.
Alguien recitando en catalán con esa voz tibia y tierna, las abuelas enrolladas de Barcelona planeando viajes a Indonesia. El argentino, como glaseado.
Salir de la Ramblas, rebelde, librerías de verdad llenas de gente. Empujones entre pasillos creando rizos: empujones y sonrisas de "no-passa-res" que duran lo suficiente para advertirlos y corresponderlos, después se volatilizan en la poesía, la prosa, la prensa, la poesía, ¡Las estanterías llenas! Gerardo Diego y Lorca sugerentes y voladores, once libros y elegir, las colas largas. Dependientas estresadas pero sonrientes porque da igual, porque hoy no es día.
Fuera, bañarme en tarde.
El chocolate blanco.
Los abrazos, las parejitas felices.
Las sonrisas hechas de literatura.
Un gorrión.
La estación de cercanías desde fuera. 23.


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