lunes, 11 de mayo de 2015

Jardín Botánico


Como difuminada, ella se amaba en las sombras cálidas. A veces se regalaba abriendo su herbario imaginario —deseado y envidiado—, pero solo a veces. La mayoría de tiempo se limitaba a respirar y abrir los ojos como si los cerrara, se dedicaba a sentir y a sentirse sentida. No tardaba más de dos segundos de puntillas mentales para soltarse de su conciencia. Levitar. 
Conozco bien las instantáneas que quedaron grabadas en sus pulmones, que la acompañaban marcando el ritmo, despacio, toda esa tarde despacio. Por eso sé que se acordará de la entrecortada delicadez de las ramas finísimas de los sauces, de la voluptuosidad de cuatro nenúfares blancos, demasiado abiertos, de la sucesión de hojas renacentistas y troncos barrocos. Como si se tratara de amantes prohibitivas, no recordará el nombre de ninguna de las flores que se colgaban de sus iris y la prendían desde ellos en el abrazo de sus colores, brillantes como pintalabios. Mañana, lejos, pensará en aromas sofisticados trenzándose con su aliento. Encantada aún, desnuda ante la suavidad, sigilosa en las curvas. Transportada por las yedras hasta su último palacio de cristales hechos de aire perfumado, y solo mucho después, cuando ya duerma, abandonada en la salida yerma de los lazos del asfalto. 



1 comentario:

  1. CLARAVETEALETRAS (EN REALIDAD ES: CLARA, DEJA DE HACER MAGIA Y DE DAR ENVIDIA AL PERSONAL) *corazones amarillos de los que molan*

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