El perfecto dibujante de esquinas antes inexistentes, donde ahora se acumulan las hojas, afinadas por la brisa fría antes de rozar el suelo. Dice ser aquel que vino del bosque y aún late con más fuerza en él, que sigue y seguirá destiñendo sus ocres en las hayas y cabalga en los corzos que se escabullen entre los cedros, y es el reflejo tembloroso de las nubes en el río limpio, colchón de las horas lentas que flotan sobre sus aguas. Que colgará su abrigo por la noche y por la mañana no lo encontrará en la niebla, que guarda en su garganta el sabor a manzana asada y las palabras susurrantes de los viejos contando historias, y en la retina las cosas de casa, la leche mezclándose en el té. Octubre es la tarde.
Octubre es aquel que no dejará de llover ni dejará de encontrarse caminos. Se volverá a escapar, como siempre, sin dejar nunca de estar en casa.
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