sábado, 25 de julio de 2015

See.



Cuando te metes en el agua, el mundo se cambia de ropa. El agua. Película temblorosa, y tan débil, y tan fuerte. 

Estaba flotando en el lago, estoy segura de haberla visto allí. Me acuerdo de cómo jugaba a hacer espuma con los pies, de su brillo cristalino desde el momento en el que pasaba a pertenecer a las ondas suaves creadas en la tensión acuática. Respiraba cada poco rato, mirando las cumbres, con su cara empapada, sus pestañas lloviendo, tormenta de verano, casi como si hubiese llorado de alegría. Intentaba huir de las carcajadas de la orilla, aun sabiendo que pertenecía a ellas, pertenecía a aquel sentimiento de dulzura inabarcable, como el paisaje. Te habría gustado verla allí, de azul en verde, te habría gustado verla después cogiendo aire entre risas e historias estúpidas. Cogiendo aire como habría hecho al nadar. 


El sol rozaba las manos desnudas al atardecer, casi tembloroso. Creo que pensó en el agua. Pensó que vivía. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario