miércoles, 11 de mayo de 2016

Desde fuera parece un caos. Autorretrato.

El sol de mayo la perseguía por la avenida litoral. Corrían los dos. En aquel momento no habría sabido qué decir. Escuchaba música con ganas de sentirse dentro de un videoclip: su vida tenía que ser una película, si no habría fracasado. Eso era una frase suya. Pensó que el mar quedaba más lejos de lo que recordaba. Llevaba una mochila azul que habían firmado sus compañeros de escena en Múnich. Corría. La mochila rebotaba en su espalda y buscaba sus omóplatos. Se habría deshecho de todo su cuerpo menos de sus omóplatos, pensó, es decir, le gustaban sus omóplatos. El resto no. El resto se podía haber desvanecido en aquella avenida bajo aquel sol. Haber sido sol habría sido más fácil que jugar con él. Ha quedado hasta poético.

Derrapó en la playa y recordó los cometas. Tiene gracia. En catalán cometa es "estel", como "estrella". Había visto una película al respecto. Bueno, quizás no tenía nada que ver, pero quién marca cómo se interpretan esas cosas. No sé, en aquel momento no corría. Había pasado a notar la arena. La arena era algo mágico, algo sobrenatural escurriéndose entre los dedos de sus pies. Pensó que era una promesa de algo que nunca vio. La arena era la metonimia definitiva. Arena, arena. Se le habían llenado los zapatos de promesas. Sonreía, porque le resultaba curioso eso de que pesara y le fuera difícil caminar. Se rindió en silencio musical, porque seguía escuchando música. Se sentó. El mar en Barcelona era como un lago. Se acordó otra vez de Alemania. Qué chorrada, no estaba pensando en esas cosas. Venga, di que estaba pensando en él. Él, él, él! Cómo le gustaba repetir las palabras, como si las invocara. Él! Una sílaba casi desmayada. Oh, qué drama. Qué gran, gran, desmayo, enorme drama. Eso era lo que hacía. Huía de la mezcla de drama y poesía que la conformaba aquella tarde, y le asustaba huir, y no se daba cuenta de que esas cosas no se van nunca. Pero querría haberlo oído. Miraba hacia los bares de neón, esos lounges. Se acordó de sus fiesta de dieciocho años en uno de esos. Se dio cuenta de que ya había cumplido los dieciocho y nunca había entrado en uno de esos. Se percató del motivo.

Al inspirar, quiso uno de esos momentos en los que el reloj habría hecho mejor en ir al revés. Pensó en los relojes. De arena. Inevitable. Arena, desmayo. Momo. Había leído Momo hacía mucho. Cuando no se preocupaba, o por lo menos de cuando había olvidado las preocupaciones de aquel entonces. Eran tiempos pretenciosos que habían quedado enterrados en toda una adolescencia de moral. Nietzsche habría estado orgulloso de su lucha. Ocaso. Acaso. Qué gracia. Todo lo que había idealizado, y se había dejado el narcisismo. Empezaba una etapa, se había prometido idealizarse. Sabía dios si lo cumpliría. Bueno, dios no, porque dios ha muerto. Si dios ha muerto, dios vivió? lo ves, la filosofía también vuelve siempre. Boomerang, como la marca deportiva. Tienes el cerebro más aleatorio de la provincia. Ese foco mira hacia Sebastopol. Qué ambiciones más desmayadas, las de la escuela de técnicos. Creo que le gastaste el nombre, al pobre sitio. Un sitio no puede ser pobre. Sobre todo. Sí que puede ser pobre. Da igual, a esto no hemos venido a la playa. Hemos venido a grabar otra vez. Sabía que no iba a funcionar.


Por lo menos hemos pillado un día soleado.

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