El sol de mayo la perseguía por la avenida litoral. Corrían
los dos. En aquel momento no habría sabido qué decir. Escuchaba música con
ganas de sentirse dentro de un videoclip: su vida tenía que ser una película,
si no habría fracasado. Eso era una frase suya. Pensó que el mar quedaba más
lejos de lo que recordaba. Llevaba una mochila azul que habían firmado sus
compañeros de escena en Múnich. Corría. La mochila rebotaba en su espalda y
buscaba sus omóplatos. Se habría deshecho de todo su cuerpo menos de sus
omóplatos, pensó, es decir, le gustaban sus omóplatos. El resto no. El resto se
podía haber desvanecido en aquella avenida bajo aquel sol. Haber sido sol
habría sido más fácil que jugar con él. Ha quedado hasta poético.
Derrapó en la playa y recordó los cometas. Tiene gracia. En
catalán cometa es "estel", como "estrella". Había visto una
película al respecto. Bueno, quizás no tenía nada que ver, pero quién marca
cómo se interpretan esas cosas. No sé, en aquel momento no corría. Había pasado
a notar la arena. La arena era algo mágico, algo sobrenatural escurriéndose
entre los dedos de sus pies. Pensó que era una promesa de algo que nunca vio.
La arena era la metonimia definitiva. Arena, arena. Se le habían llenado los
zapatos de promesas. Sonreía, porque le resultaba curioso eso de que pesara y
le fuera difícil caminar. Se rindió en silencio musical, porque seguía
escuchando música. Se sentó. El mar en Barcelona era como un lago. Se acordó
otra vez de Alemania. Qué chorrada, no estaba pensando en esas cosas. Venga, di que estaba
pensando en él. Él, él, él! Cómo le gustaba repetir las palabras, como si las
invocara. Él! Una sílaba casi desmayada. Oh, qué drama. Qué gran, gran,
desmayo, enorme drama. Eso era lo que hacía. Huía de la mezcla de drama y poesía que la
conformaba aquella tarde, y le asustaba huir, y no se daba cuenta de que esas
cosas no se van nunca. Pero querría haberlo oído. Miraba hacia los bares de
neón, esos lounges. Se acordó de sus fiesta de dieciocho años en uno de esos.
Se dio cuenta de que ya había cumplido los dieciocho y nunca había entrado en
uno de esos. Se percató del motivo.
Al inspirar, quiso uno de esos momentos en los que el reloj
habría hecho mejor en ir al revés. Pensó en los relojes. De arena. Inevitable.
Arena, desmayo. Momo. Había leído Momo hacía mucho. Cuando no se preocupaba, o
por lo menos de cuando había olvidado las preocupaciones de aquel entonces.
Eran tiempos pretenciosos que habían quedado enterrados en toda una
adolescencia de moral. Nietzsche habría estado orgulloso de su lucha. Ocaso.
Acaso. Qué gracia. Todo lo que había idealizado, y se había dejado el
narcisismo. Empezaba una etapa, se había prometido idealizarse. Sabía dios si
lo cumpliría. Bueno, dios no, porque dios ha muerto. Si dios ha muerto, dios
vivió? lo ves, la filosofía también vuelve siempre. Boomerang, como la marca
deportiva. Tienes el cerebro más aleatorio de la provincia. Ese foco mira hacia
Sebastopol. Qué ambiciones más desmayadas, las de la escuela de técnicos. Creo
que le gastaste el nombre, al pobre sitio. Un sitio no puede ser pobre. Sobre
todo. Sí que puede ser pobre. Da igual, a esto no hemos venido a la playa.
Hemos venido a grabar otra vez. Sabía que no iba a funcionar.
Por lo menos hemos pillado un día soleado.